lunes, 7 de julio de 2008

Mi propuesta: Suicidio Político

Duros momentos vivimos mis queridos. Mientras en la tele nos muestran 24 horas de liberados, de Uribe y FARC, nos ocultan un millón de pobres, disminuyen las cifras de desempleo a punta de engaños, reducen los presupuestos para educación y salud, desmejoran las condiciones laborales, aumenta la inflación, se devalua el dólar, aumentan las tasas de interés, etc.

Sin embargo, ser de la oposición en este país resulta ser anti-patriota. No vitorear a Uribe, resulta ser guerrillero. Decir a viva voz que las víctimas de los paramilitares tienen tanta legitimidad como las de las FARC y otros grupos al margen de la ley, es ser desconsiderado. Pensar en este país, no tragar entero, no aceptar las injusticias es ser enemigo.

Si Ingrid Betancour es liberada, es una heroína; pero si le pide a Uribe que modere su lenguaje, sane su corazón, ame a sus enemigos (tal como nos lo enseñó Jesús), es una desagradecida.

Entonces a qué jugamos. Nadie niega la lucha que se está llevando y los resultados que ha dado, pero ya está bueno de guerra. Ya no más muerte, ya no más amenazas en público, ya no más quitar recursos de todas partes para financiar la lucha armada.

De cualquier forma el pueblo se merece sus dirigentes. Parece que en este país lo social está en un cuarto o quinto plano. Parece que el hambre y la pobreza dejaron de ser temas de relevancia; que miles de niños mueran por enfermedades y desnutrición en el Chocó, dejó de ser noticia, al fin y al cabo es mucho más importante ver los improperios que se lanzan Chávez, Correa y Uribe.

Para no extenderme más, creo que lo que escribió Khalil Gibran en El Jardín del Profeta es más que cierto. Y allá los colombianos con su conciencia....

Amigos míos y compañeros de ruta, compadeced a la nación que está llena de creencias y vacía de religión.
Tened piedad de la nación que lleva vestidos que no teje ella misma, que come un pan cuyo trigo no cosecha y que bebe un vino que no mana de sus propios lagares. Compadeced a la nación que aclama a un fanfarrón como a un héroe, y que considera bondadoso al oropelesco y despiadado conquistador.
Compadeced a la nación que desprecia las pasiones cuando duerme, pero que, al despertar, se somete a ellas. Compadeced a la nación que no eleva la voz más que cuando camina en un funeral, que no se enorgullece sino de sus ruinas, y que no se rebela sino cuando su cuello está colocado entre la espada y el zoquete de madera.
Compadeced a la nación cuyo estadista es un zorro, cuyo filósofo es un prestidigitador y cuyo arte es un arte de remiendos y gesticulaciones imitadoras.
Compadeced a la nación que da la bienvenida a su nuevo gobernante con fanfarrias, y lo despide con gritos destemplados, para luego recibir con más fanfarrias a otro nuevo gobernante.
Compadeced a la nación cuyos sabios están aniquilados por los años, y cuyos hombres fuertes aún están
en la cuna. Compadeced a la nación dividida en fragmentos, cada uno de los cuales se considera una nación.