jueves, 17 de mayo de 2007

NO COTIDIANA

La vida cotidiana es un instante
De otro instante que es la vida total del hombre
Pero a su vez cuántos instantes no ha de tener
Ese instante del instante mayor.

LA VIDA COTIDIANA ES UN INSTANTE (MARIO BENEDETTI)

A los cinco años escribí mi primer poema; leí por primera vez a Laura Esquivel y conocí el mar, los delfines y supe lo que era estar lejos de casa. A los cinco años empecé a descubrirlo: hay un mundo además del de uno y la gente vive en otras partes.

Es extraño como hoy, después de tantos años, después de tantos ires y venires, después de tanto Borges, Neruda y Benedetti; después de caminar tanto por esta ciudad con esa paranoia que nos caracteriza; después de tanto negarse la verdad y vivir como entre sueños, uno empieza a comprender que mundo no es sólo el de uno, sino que queda mucho por conocer.

No es que uno tenga que ir a otras partes; no es que uno tenga que viajar lejos de casa. Es que uno comprende que más allá de lo que uno pensaba la vida no es tan solo la rutina, sino que es además ese montón de instantes que nos hacen diferentes los días.

Entonces uno empieza a darse cuenta que la respuesta ya no está en alejarse de lo que uno conoce. Uno se percata de que el astío diario no es por la ciudad, ni por sus calles, ni por su gente, ni por sus rutinas y resabios. El astío es de uno mismo, de vivir todos los días de la misma forma, sin pena ni gloria; de levantarse y no ver más allá de la nariz y buscar nuevamente las respuestas afuera, cuando siempre han estado adentro.

Y cuando uno se da cuenta de que ya no necesita la televisión por cable, las llamadas insulsas de los telemercaderistas, los miles de videos en Internet, la música estridente, las calles atestadas, los miedos de la gente, ni el pan de cada día. Es en ese preciso momento en el que uno cae en cuenta de que vivir es mucho más que eso; es conocer nuevas cosas, volver a descubrir como cuando era niño, asombrarse de que a uno todavía esta ciudad le dé tantas sorpresas y no querer irse, por lo menos por ahora, porque con los viejos libros y los nuevos recovecos a uno le basta y le sobra.