martes, 26 de febrero de 2008

NUEVO CAPÍTULO.

21/02/2008

“Solo debes dar el primer paso con Fe. No ver toda la escalera, simplemente dar el primer paso” Dr. Martin Luther King.

Hace un momento estaba viendo el maravilloso discurso que dio Steve Jobs en la Universidad de Stanford. Debo confesar que es una costumbre que he adquirido cuando necesito que algo me reconforte después de un mal día. Escuchaba como hablaba sobre unir los puntos hacia atrás, sobre sus experiencias de vida, sobre sus historias de amor y de lucha.

Me puso a pensar en todos los cambios he tenido en mi vida en tan solo una semana. Tantas cosas que creía fijas y seguras se empiezan a desvanecer, dejando por delante el incierto camino, plagado de incógnitas, de inseguridad, de misterio.

Para empezar cambié de casa. Veinticuatro años viviendo en el mismo lugar, creciendo con los mismos árboles, sabiendo todos los caminos para llegar a mi hogar y ahora me encuentro en un sitio tan alejado que ni siquiera imaginé que existiera algún día. No tengo los viejos amigos de siempre, que con solo un silbido salían a la puerta y me llenaban de risas y de historias. No tengo la tienda del lado, no conozco al zapatero, no sé donde queda la lavandería, tampoco la iglesia y apenas si he ido al supermercado. Es tan extraño todo y tan nuevo. Es tan diferente, pero al mismo tiempo familiar.

No me siento ajena aunque mi apartamento es mucho más pequeño que mi antigua casa. No me siento sola y eso que ahora solo somos dos y no muchos como antes. No me siento intranquila. Siempre pensé qué se sentiría llegar a cualquier hora a casa y no tener miedo de encontrarme con mi papá borracho. Anoche lo experimenté y fue impresionante.

Siento que este es mi lugar, mi pedacito de mundo, mi pequeño reino en el que mi mamá y yo mandamos y somos dueñas y señoras del lugar. No es tan grande, ni en un barrio tan bonito y es difícil llegar, pero es mío.

Adicional a eso, después de dos años y ocho meses, pasó lo inevitable, ocurrió lo inimaginable para mí: mi novio me terminó.

Es una sensación extraña. Ese viernes, en el que me dijo que ya no me quería como antes y que ya no me necesitaba en su vida, casi exploto. Sentí que el alma se me derretía y que realmente preferiría cualquier cosa a soportar ese dolor. Me ahogué en llanto, no podía dormir, fue horrible.

Un amigo, uno de esos que nunca aparece cuando uno lo necesita, pero que mágicamente apareció ese día, me dijo las palabras más sabias que podía escuchar en el momento: ya hiciste todo lo que podías hacer, ahora es el momento de pensar en ti. Decidí nuevamente poner la frente en alto, me obligué a dormir, aunque hubiera podido irme de rumba, pero no era el momento, simplemente necesitaba entender la pena.

Me desperté al otro día con ese mismo desánimo, con esa rabia que le llena a uno el cuerpo, con la infelicidad de sentir que el ser amado no te correspondió. Con la ira, con el llanto, con la tristeza. Pero no, no era hora para desdicha, miré a mi alrededor y me pregunté si realmente valía la pena, me armé de valor, me bañé, me perfumé, me puse linda y otra vez aguantando el tipo miré para adelante y dije: no vale la pena sufrir, quien te quiere te quiere y quien no, no. Hay que seguir adelante, nada amerita tanta amargura.

He estado triste en algunos momentos. Más que nada es que el alma se acostumbra. Después de tanto tiempo de ver a la misma persona, de escuchar la misma voz al teléfono, de besar los mismos labios, de sentir el mismo aroma, de amar al mismo, de desear al mismo, es extraño levantarse y ya no tenerlo, como si se hubiera roto el encanto.

Pero como sea, he aprendido que en la vida siempre, siempre todo es para bien, nada pasa por que si. He aprendido a ser paciente y aceptar con amor lo que la vida me da. Saber que regalos maravillosos le aguardan a uno. Entender que “si uno llora porque el sol se ha ido las lágrimas no lo dejan ver las estrellas”. Y eso he hecho, pensar en mis estrellas y me he encontrado más agradecida y más amada que jamás en la vida.

Muchos ángeles han venido a cuidarme. Muchos regalos de DIOS que me han llenado de felicidad y fortaleza. ¿Cómo puedo llorar ahora si lo que tengo es vida, amor, gente que me ama? ¿Cómo puedo reclamarle a DIOS que se haya ido mi novio, cuando Él me ha llenado de bendiciones? ¿Cómo no ser feliz?

Se extraña es cierto, se ama, pero hay que seguir adelante.

Después de todo esto he descubierto que mi vida ya no es una hoja en blanco. La vida es como un libro y cada momento tiene su página propia. A veces no sabemos por dónde empezar porque es muy difícil crear la historia, pero la misma imaginación lo va llevando y uno escribe y escribe sin parar.

Creo que también las páginas se completan, se acaban y hay que darles vuelta, porque no todo cabe en una sola hoja, porque siempre habrán más historias para contar y hay que darles espacio.

Creo que cuando uno termina de escribir una de esas páginas hay que leerla y cuando ya la haya entendido pasar a la otra página y seguir escribiendo.

Y definitivamente todo requiere práctica, mientras uno más escriba más facilidad tendrá para hacerlo, más fácil fluirán las palabras. Por eso estoy segura de que nunca voy a olvidar estas historias y siempre que las lea seguiré aprendiendo, veré errores de gramática y ortografía, pero como en este libro no se puede borrar lo que he escrito más adelante los iré corrigiendo y cada día escribiré mejor.

Ha llegado el final de un capítulo y estoy ansiosa de escribir más aventuras. Porque no le tengo miedo al blanco del papel, solo me basta con escribir la primera letra y DIOS seguirá haciendo el resto del trabajo por mí. Yo ciegamente siempre creeré en Él y en que los relatos que tiene guardados para mí son los mejores.